jueves, 8 de septiembre de 2016

Maternidad!! lo que nadie nos cuenta ( parte 2, una vez en casa)


Como muchas primerizas, al salir del hospital me fui para casa de mi madre a pasar unos días, yo tuve suerte de que mi madre me ayudó mucho y no me dejaba hacer nada, sólo atender a la niña y salir a pasear.
Pero lo mismo de lo mismo, sigues estando cansada, el bebé llora de noche, quieres dormir cuando él duerme, pero no te dejan, todo el mundo quiere conocer a la nueva personita.
Algunas de estas visitas te sueltan alguna perla como la de:
¿Para cuándo el hermanito?

Bañar a la niña es la cosa más difícil del mundo, ¿cómo hacer para que no se rompa en el intento??
Las cosas más sencillas y cotidianas ahora son harto complicadas, ¿cómo alguien tan pequeño nos puede ocupar tanto y tanto tiempo?
Personalmente la primera vez que le corté las uñas a Lía hasta me temblaban las manos ¿cómo es posible sentir tato miedo de un hecho tan cotidiano?
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Y mientras tanto sigues intentando no mearte a medio camino, que no se te note el "pañal", no mancharte de sangre....
Algunas personas auguran sobre el futuro de tu lactancia, te dicen cuánto debes abrigar a tu bebé, qué debes hacer y lo que no, empiezas a darte cuenta de que no estás disfrutando de esta nueva situación. Pero te lo guardas, porque ¡¡¡ Tienes que ser feliz!!!.
Darte una ducha se convierte en una odisea, cada vez que vas al baño la pequeña conecta su radar y empieza a llorar, o le entra el hambre.
Lavarte con agua con sal en una zona amoratada y con puntos, no es nada agradable pero es lo que te recomienda la matrona para que esto se cure antes.
Yo sólo tuve dos puntos pero el escozor era tremendo, no me quiero imaginar a alguien con episiotomía.
Pasan los días e ir al servicio cada vez resulta mas difícil, comes fibra y bebes mucha agua, pero te duele y de pronto empiezas a sangrar.
Es posible que como a mí y a muchas mujeres os salga una fisura anal, vas al médico y te da un enema que te tienes que poner en casa, ¡¡¡por si no te llegaba con todo lo que estás pasando!!!

El cambio hormonal es enorme, tienes ganas de llorar, de reír, estas enamorada, odias tu vida, todo dentro de la misma  hora.
Estás preocupada porque llevas cuatro días lactando a tu bebé y no has tenido la subida de la leche como te dicen que tendrás al segundo día (porque esto no es cierto, cada mujer la tendrá cuando su cuerpo lo decida).
De pronto, de un momento para otro empiezan a calentarse las tetas, a ponerse duras como piedras y a inflarse como globos, ahí esta la grandiosa subida, te pones hojas de repollo en el sujetador para calmar la inflamación y entre eso, el pijama roído, despeinada, el pañal... tu autoestima está por los suelos, pero no pasa nada ¡¡¡ Tienes que ser feliz!!!
De noche con la subida de la prolactina sudas y mucho.
Los discos empapadores te dan la risa y decides dejar de usarlos para pasar directamente a ponerte una toalla ya que empieza a salir leche como para alimentar a un regimiento, tienes ingurgitacion y tus pezones parecen lanzas.
Y suerte si tienes una lactancia exitosa desde el principio, no como yo, que pasé por grietas, obstrucción... Una lucha continua hasta que le creció la boca allá por 54 días.

Los pequeños tampoco lo tienen fácil, se tienen que hacer a esta nueva situación, de pronto tienen hambre, sed, frío, calor, hay demasiado ruido, demasiada luz, les pica la piel y no saben rascarse, tienen que aprender a comer, a echar pedos,....
Así que lloran, y siempre lloran por algo, lo malo es saber porqué, que si tienen el pañal sucio, cólicos, reflujo, frío o calor... no es fácil, te estresas porque te sientes impotente y también lloras.
Cuando duermen estás tan cansada que piensas que nada te podrá despertar y sientes miedo de no lograr hacerlo cuando tu bebé despierte, pero de pronto te has dado cuenta que ni siquiera te has dormido en la última toma porque estás observando como mueve su barriguita de arriba abajo para cerciorarte de si respira y si está bien.

Aquellas noches de peli en el sofá se han terminado, pasas la cuarentena y la sequedad vaginal, el temor a que te duela, a que no sea igual que antes y el bajón hormonal han dejado tu líbido por los suelos.
¿Dónde se ha quedado aquella mujer de antes?

Poco a poco estas cosas van pasando, las visitas se espacian, ya retienes la orina, vas al baño con cierta regularidad, las tomas se espacian, el pecho se va regulando, los gases desaparecen, aprendes a hacer malabares para poder comer, ducharte.... El bebé te mira a los ojos, te sonríe, te agarra un dedo, le quieres, le adoras, le amas y el a tí, te lo demuestra con una gran vomitona o una cagada que le llega hasta la nuca, pero no te importa, al contrario eso te demuestra que come bien...
Un día de tantos mientras analizas  las heces de tu pequeño cual inspector de calidad, color, olor, consistencia... es cuando te das cuenta que eres una mamá.
Si, eres una mamá, ya no eres aquella mujer de antes, ahora tienes otras inquietudes.
En ese momento es cuando empiezas a relajarte, y entonces sí; ahora es cuando empiezas a disfrutar de tu maternidad.







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